“Dios visitó por primera vez a los gentiles, para tomar de
ellos pueblo para su nombre” (Hechos 15:14).
Una nota en el parabrisas de mi automóvil leía así,
"¿Me llevaría usted a su iglesia?" Yo no reconocí el nombre ni número
del teléfono al final de la nota, pero yo llamé al número y ofrecí
transportación a la muchacha que había hecho la petición.
Al igual que yo, ella era estudiante en la Universidad de
Texas en Austin, y ella estaba buscando a Dios. Mientras ella visitaba a un
amigo suyo en el complejo de apartamentos donde yo vivía, ella había sido
atraída por la pegatina en el parachoques
mi automóvil que decía: "EL PUEBLO DEL NOMBRE DE JESUS" y en
letras minúsculas, "Iglesia Pentecostal Unida". Como resultado de ese
contacto, ella hoy es miembro de una Iglesia Pentecostal Unida.
Un día cuando yo estaba manejando el mismo automóvil en una
autopista en Houston, alguien detrás de
mí empezó a tocar la bocina su carro insistentemente. Me parecía ver al chofer
atrás apuntando repetidamente hacia el techo de su automóvil con una mueca
grande en su cara. Me tomó un rato para comprender que él había leído mi
pegatina del parachoques y quería que yo supiera que él también era uno de
aquéllas "Personas del Nombre"
que sirven al verdadero Dios.
En otra ocasión, cuando manejaba a lo largo de un camino que
tenia varios lugares de diversión mundana –bares, un salón de masajes, una
librería para “adultos”, un cine,--una tentación vino a mí. El diablo parecía
decirme, "Si usted entrara en uno de estos lugares, ninguno te
reconocería. Usted podría divertirse y nunca seria descubierto".
Inmediatamente yo pensé en la pegatina del parachoques de mi automóvil y una pregunta vino a mi
mente: ¿Si las personas vieran mi automóvil estacionado en uno de estos
lugares, que pensarían ellos de mi iglesia, y más aun, de mi Señor? Por
supuesto, la verdadera motivación que me impulso para resistir la tentación ese
día no vino del nombre en la pegatina del parachoques, pero del Portador de ese
nombre que moraba en mi corazón por Su Espíritu.
En estas tres ocasiones, y otras mas como esas, la pegatina
del parachoques sirvió como una marca de identificación a un curioso, a otro
cristiano, e incluso, a mí mismo.
Así que, el nombre de Jesús nos identifica ante el mundo,
ante otros creyentes, y ante nosotros mismos. El pueblo de Dios siempre sido
identificado por Su nombre.
En el Antiguo
Testamento
En el Antiguo Testamento Dios estableció un convenio con la
nación de Israel. Si ellos le sirvieran, Él prometía establecerlos, hacerlos un
pueblo santo, bendecidlos grandemente, y hacerlos testigos de Él ante todas las
naciones, y Él expresó este plan identificándolos con Su nombre Jehová.
Así Moisés proclamó, "Jehová te enviará su bendición
sobre tus graneros, y sobre todo aquello en que pusieres tu mano; y te
bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da. Te confirmará Jehová por
pueblo santo suyo, como te lo ha jurado, cuando guardares los mandamientos de
Jehová tu Dios, y anduvieres en sus caminos. Y verán todos los pueblos de la
tierra que el nombre de Jehová es invocado sobre ti, y te temerán"
(Deuteronomio 28:8-10).
A lo largo del Antiguo Testamento, Dios identificó a Su
pueblo como aquellos que fueron llamados por Su nombre (2 Crónicas 7:14; Isaías 43:5-7; Daniel
9:19).
El nombre de Dios
representa Su carácter, su poder, su autoridad, y su presencia (Éxodo 3:13-14; 6:3-8; 9:16;
23:20-21; 2 Reyes 8:27-29). Ser “llamado por Su nombre” significa ser
identificado con Él, conocer Su carácter divino, experimentar Su poder
milagroso, vivir bajo Su autoridad soberana, y morar en Su sagrada
presencia.
El nombre de Dios representa al propio Dios; es la
auto-revelación de Dios mismo. Es por
eso que el pueblo de Dios exalta Su nombre (Salmo 34:3) Ellos alaban y bendicen Su nombre (Salmo
113:1-3) Ellos buscan Su nombre e invocan Su nombre (Salmo 83:16; 105:1). Ellos santifican Su nombre,
tratándolo como santo, venerado, y
sagrado por la forma en que lo usan y también por la manera en que viven (Isaías 29:23). En
palabra y en hecho, el pueblo de Dios
declara su nombre a nosotros y al mundo
(Salmo 22:22)
Aquellos que temen (respetan, veneran) el nombre de Dios
y aman el nombre de Dios tiene una gran
herencia (Salmo 61:5; 69:36). Aquellos que
recuerdan Su nombre tienen un fuente inagotable de fuerza y protección (Salmo
20:7; Proverbios 18:10) Dios reserva bendiciones para aquellos que piensan en Su nombre (Malaquías
3:16)
La fe, el compromiso, y la santidad del verdadero pueblo de
Dios en el Antiguo Testamento pueden resumirse en las palabras de Miqueas 4:5,
"Aunque todos los pueblos anden cada uno en el nombre de su dios, nosotros
con todo andaremos en el nombre de Jehová nuestro Dios eternamente y para
siempre.”
En el Nuevo Testamento
La iglesia del Nuevo Testamento continuó exaltando El nombre
de Dios, la única diferencia que es que ellos tenían una revelación mayor
acerca de Dios y de Su nombre. El Dios del Antiguo Testamento –Jehová-- había
sido manifestado en carne para ser el Salvador, y el nombre que Él escogió al
venir fue Jesús que literalmente quiere decir “Jehová-Salvador (Vea Mateo 1:21,
23.) Es por eso que el nombre de Jesús es el único nombre salvador (Hechos
4:12), el nombre más alto que jamás se
halla conocido (Filipenses 2:9), y el
nombre por el que la iglesia del Nuevo Testamento es identificada. Dios unió a judíos y gentiles en Su iglesia,
estableciendo a un pueblo del nombre de Jesús (Hechos 15:14). Los creyentes del
Nuevo Testamento tienen el nombre de Jesús invocado sobre ellos (Hechos 15:17;
Santiago 2:7). Jesús le dijo a Sus discípulos que se
congregaran en Su nombre (Mateo 18:20),
que oraran en Su nombre (Juan 14:13-14), y que predicaran en Su nombre (Lucas
24:47). Él les dijo que expulsaran demonios, que recibieran protección divina,
y que hicieran curaciones milagrosas en Su nombre (Marcos 16:17-18). También
les dijo que recibieran el Espíritu
Santo en Su nombre (Juan 14:26). Él Señor Jesús les advertido que ellos serian
ultrajados, perseguidos, y odiados por
causa de Su nombre (Mateo 5:11; 10:22).
Después de que la iglesia del Nuevo Testamento fue fundada
en el Día de Pentecostés, los creyentes perseveraron en el nombre de Jesús.
Ellos bautizaron invocando el nombre de Jesús (Hechos 2:38; 8:16; 10:48; 19:5;
22:16). Ellos oraron por los enfermos y recibieron sanidades invocando el
nombre de Jesús (Hechos 3:6, 16,; 4:10; Santiago 5:14). Ellos expulsaron
demonios invocando el nombre de Jesús (Hechos 16:18). Ellos enseñaron y
predicaron por todas partes en Su nombre (Hechos 5:28, 40, 42). Ellos invocaron
Su nombre (Hechos 9:21), trabajaron para Su nombre (Apocalipsis 2:3),
retuvieron Su nombre (Apocalipsis 2:13), y se rehusaron a negar Su nombre
(Apocalipsis 3:8). De hecho, ellos proclamaron que la salvación sólo estaba en
el nombre de Jesús (Hechos 4:12).
Ellos vivieron una vida santa para ser testigos de Su nombre
(2 Timoteo 2:19). Ellos sufrieron por Su nombre (Hechos 9:15-16). Ellos fueron
vituperados por Su nombre (1 Pedro
4:14), y aun arriesgaron sus vidas por el nombre de Jesús (Hechos
15:26). Cuando fueron perseguidos por causa del nombre, ellos se regocijaron
"de haber sido tenidos por dignos de padecer afrenta por causa del
Nombre" (Hechos 5:41). Ellos no disfrutaron las palizas, el encarcelamiento,
las privaciones, y el martirio más de lo
que nosotros lo haríamos, pero ellos se regocijaron que aun sus enemigos los identificaban con el nombre del Señor
Jesús.
El Pueblo del Nombre Hoy
Es muy extraño, pero gran parte de la cristiandad no enseña
la doctrina del nombre de Dios, y muchos que profesan ser cristianos se
muestran renuentes a ser identificado totalmente con el nombre de Jesús. Al contrario, ellos
parecen que consideran el nombre supremo de Dios como algo sin importancia,
desconocido, o simplemente descrito por títulos trinitarios.
Algunos de ellos incluso atacan o ridiculizan a los
Pentecostales Unicistas por causa de
nuestra devoción al nombre de Jesús. Algunos
nos llaman "Jesús Solo" como un término despectivo. (El
sobrenombre se originó porque nosotros bautizamos sólo en el nombre de Jesús,
pero algunos lo utilizan en un esfuerzo por decir que nosotros negamos a Dios
como el Padre y al Espíritu Santo.)
En Centroamérica a menudo somos ridiculizados por otros
grupos que nos llaman "Jesusistas."
Es muy significativo, que incluso cuando nos ultrajan o nos
persiguen, ellos nos están identificando con el nombre del Señor Jesús.
Nosotros podemos regocijarnos por eso, porque incluso cuando su intento sea
desacreditarnos, ellos no obstante, reconocen nuestra devoción al nombre de
Jesús.
Un observador habló en forma de broma diciendo que nosotros
no deberíamos ser llamarnos "Jesús Sólo" sino "Jesús Todo".
Otro observador trinitario comento públicamente diciendo, "nadie ama y
exalta el nombre de Jesús mas de lo que
ustedes lo hacen."
Conclusión
Ser el pueblo del nombre de Dios significa disfrutar de las
bendiciones de Dios, incluso la más grande bendición de todas, la salvación.
Significa que nosotros debemos rendir culto a Dios con todo nuestro ser,
debemos caminar en santidad como personas que están totalmente dedicadas a Él,
y para ser un testigo de Él al resto del mundo. Para resumir, el nombre de
Jesús es nuestra identificación.
Es nuestro supremo privilegio el poder ser identificado con
el único nombre salvador, el nombre más
alto que jamás se haya conocido, el
nombre del Señor Jesús. Un día todos nosotros confesaremos ese nombre
(Filipenses 2:9-11). Aquellos que confiesan el nombre de Jesús ahora lo hacen
para salvación (Romanos 10:9-13);
aquellos que esperen hasta el fin, confesarán ese nombre en juicio.
Confesemos el nombre de Jesús ahora para salvación,
arrepintiéndonos de nuestros pecados en el nombre de Jesús, bautizándonos en el
nombre de Jesús, y recibiendo el Espíritu Santo en el nombre de Jesús (Lucas
24:47; Hechos 2:38; Juan 14:26).
Y desde ese momento en adelante, caminemos y vivamos en Su
nombre, exaltando el nombre del Señor Jesús en nuestro culto, en nuestro estilo
de vida, y en nuestro testimonio.
"Y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho,
hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio
de él." (Colosenses 3:17).
Traducido del libro In the Name of Jesus escrito por David
Bernard y propiedad literaria de Pentecostal Publishing House.
Versión al castellano de William Rivas

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